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A pesar de que las ventas globales del mercado del lujo se han mantenido planas, las de plumas fuente han aumentado.
Por Troy Patterson (publicado por Bloomberg, 2 de febrero de 2017)

Un placer poco común

Al igual que el reloj mecánico, la pluma ha sobrevivido gracias a un fenómeno único: la transformación de su obsolescencia en un aura de lujo complaciente.
Se podría pensar que este instrumento de escritura, la distribución de tinta a través de la ranura de un plumín, pasó de moda en la década de 1950, cuando los fabricantes de bolígrafos finalmente corrigieron las fallas en sus productos. Y sería razonable pensarlo. Pero según la firma de investigación de mercado Euromonitor, las ventas globales al por menor de plumas estilográficas subieron un 2,1 por ciento en 2016 respecto al año anterior, alcanzando los 1.046 millones de dólares. El mercado general de artículos de lujo personales fue plano durante el mismo período, mientras que las buenas plumas fortalecieron su valor, más que el de los bolsos de lujo y los abrigos de cachemir en los que están guardadas. Más impresionante aún, las ventas de plumas estilográficas han crecido cada año durante la última década (excepto en 2009).
La pluma ha tenido un destino similar al del caballo. Sería raro usar uno como medio de transporte cotidiano, pero es un privilegio trotar uno en ocasiones especiales.
«La importancia que tienen las plumas estilográficas y la escritura a mano ha disminuido», dice Nicky Pessaroff, editor en jefe de la revista Pen World. «Se ha convertido en una opción de estilo de vida y una opción de identidad.»

Caran d’Ache Limited Edition 1010 ($174,000), oro de 18 quilates con diamantes y rubíes, en la Embajada de Suiza en Tokio. Foto: YOSHIKAZU TSUNO/AFP/Getty Images

Las plumas de fuente nunca se fueron realmente lejos

¿No conoce Pen World? Se trata de una lujosa publicación bimestral que se estrenó en 1988 para el placer de los baby boomers que estaban empezando a congregarse por montones en ferias donde se presentaban plumas fuente. Estos aficionados siguen en la escena, comprando las marcas más veneradas, incluyendo Sheaffer, S.T. Dupont y Faber-Castell. Los boomers se reúnen en convenciones y (especialmente) en Internet, donde  la generación X y los milenials son hechizados por estas «herramientas analógicas». No basta con llamarlos coleccionistas. Son todos extremadamente entusiastas y no sólo de las plumas. Sus pasiones van desde la caza de las magníficas plumas Franklin Christoph de los Estados Unidos, hasta la obsesión por las ricas lacas de la línea japonesa de instrumentos Namiki o la avanzada técnica de la alemana Lamy.
A pesar de eso, el entusiasmo de esta subcultura tiene sus límites. Según Euromonitor, América del Norte fue la única región en la que las ventas de plumas estilográficas se redujeron en 2016, un 3,5 por ciento interanual.
Mientras tanto,  las ventas de 2016 subieron con mayor intensidad en Sudamérica, un sector de crecimiento clave en los últimos años. Este hecho parece estar relacionado con la rica tradición de papel y tinta que caracteriza la cultura de las librerías de Buenos Aires, sin mencionar el comercio callejero de imitaciones de Montblanc.

La afinidad de Asia

El año pasado, Euromonitor pronosticó un sostenido crecimiento de este mercado en China, en un análisis que consideraba las sanciones del Partido Comunista a quienes ofrezcan obsequios a los funcionarios del gobierno. Lo más probable es que ya no se regale un lujoso reloj, decía, sino una elegante pluma de tres cifras. Así ha resultado: los escándalos de corrupción del Politburó han favorecido el negocio de la pluma estilográfica en el mercado de Asia-Pacífico. En 2016 la región representó el 48 por ciento de las ventas mundiales. Las culturas con lenguajes logogramáticos siempre han tenido «una reverencia por la escritura a mano como una forma de arte, no sólo como una forma de comunicación».

Una clínica para las plumas

Steve Wiederlight, copropietario de la Clínica de la Pluma Fuente de Manhattan, cuenta a Singapur como uno de los principales países hacia donde despacha, dentro de los 65 que le toca atender. La tienda, fundada hace 71 años por su padre, se convirtió en la última tienda de plumas de gama alta en los Estados Unidos. En 1988, un año emblemático del crecimiento de este negocio, Wiederlight dijo al New York Times que las ventas se habían

triplicado en los últimos dos años: «¿Sabes por qué?”, afirmó, «Porque todo el mundo tiene sus manos en la computadora. La gente quiere escribir.»

Fountain Pen Hospital, en 10 Warren St. in New York. Foto: Brandon Murphy/Bloomberg

Su hijo lleva hoy un vital negocio en una tienda con «2.500 a 3.000 plumas en exhibición», dice, más el departamento de reparación que le da nombre a la tienda. Allí conviven unas humildes Pilot Vanishing Pointshare con los ilustres modelos de Krone, Caran d’Ache y Visconti. Cada una de las grandes marcas cuenta con una vitrina, muchas de las cuales están acompañadas de una foto de alguna celebridad. Y no hablamos de la publicidad de Hugh Jackman para Montblanc, sino de plumas en homenaje a John Hancock y Abraham Lincoln, Miles Davis y Andy Warhol, Ben Franklin y Buzz Aldrin y Harry Houdini. Toda una curiosa cita de gigantes que hablan con una estela de nostalgia del valor emocional de una pluma estilográfica. Cualquier objeto cotidiano puede ser un símbolo de estatus, y cualquier antigüedad  puede capturar las miradas, pero solo de una hermosa pluma fluye la autoexpresión de la belleza, la celebración de la artesanía y el ritual en la mano.